Zeus

El más importante de los dioses de la mitología griega. Hijo del titán Cronos y su mujer Rea. No siempre fue el dios supremo, antes lo fue su padre, Cronos, a quien le arrebató el trono tras una rebelión, como asimismo Cronos había arrebatado el trono a su padre Urano, primer señor del cosmos después del Caos Original.
A diferencia de los dioses de otras religiones o mitologías, a través del tiempo Zeus no siempre fue igual ni tampoco se le identificaba con las virtudes que debe tener un ser superior. Los griegos lo crearon a su propia imagen y con la manera de ser de los reyes, gobernantes y señores de la época, con características humanas aunque aumentadas tal como corresponde a un dios que gobernaba por encima de los señores mortales y los demás dioses inmortales.

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Zeus nació en el monte Dichti, en Creta, y su madre, Rea, procuró que Cronos, el padre, no se enterara de este hecho ¿La razón? Muy sencilla: Cronos estaba receloso de que un hijo suyo se levantara contra su autoridad y se apropiara de su puesto como señor absoluto. Así, Cronos ya había devorado a los hermanos mayores de Zeus: Hestía, Dímitra, Hera, Hades y Poseidón. Para evitarlo, Rea engañó a Cronos dándole una piedra alargada envuelta en tejido de esparto, como si fuera el bebé recién nacido, y Cronos, incauto, se la comió, salvando así su vida Zeus.
Según fue creciendo y madurando, Zeus decidió rebelarse contra su padre y despojarle de su posición de poder. Para hacerlo, lo primero fue liberar a sus hermanos que, como inmortales que eran seguían vivos en el estómago de Cronos. Obligó a éste a vomitarlos, envió a las hermanas Hera, Dímitra y Hestía a los confines del mundo y junto con sus otros dos hermanos, Poseidón y Hades, arremetieron contra Cronos. Ante estos acontecimientos, Cronos convocó a sus hermanos los Titanes y con ellos pudo contener el ataque de Zeus. Gradualmente Zeus fue quedando rodeado en el monte Olimpo y en el momento de mayor necesidad aparecieron en su ayuda los gigantes de un solo ojo: los Cíclopes. A su vez, algunos de los Titanes, Océano, Styx y Prometeo, descontentos con el ejercicio de autoridad de Cronos, cambiaron de bando y de esta manera, la rebelión se convirtió en una guerra que duró diez años y de la cual Zeus salió victorioso. Arrojó a Cronos y al resto de los Titanes enemigos a las profundidades del Tártaro y se proclamó señor de toda la existencia y sus seres.

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Proclamarse señor y ser señor son cosas muy distintas y Zeus comprendió rápidamente que sus hermanos Poseidón y Hades, por motivos de linaje y los servicios prestados, también tenían derecho a una porción de poder. Así, los tres acordaron echar a suertes qué parte del mundo y sus seres gobernarían: a Poseidón le tocó el mar; a Hades el inframundo y a Zeus la tierra y el cielo. En la tierra, en el monte Olimpo es donde tenía su sede, un palacio de oro construido por Hefesto. Tenía también otros palacios y casas de verano en otros puntos, siempre en las cumbres de alguna montaña. La mayor parte del tiempo la pasaba en el Olimpo con el resto de dioses y su gobierno hacia los mortales no fue especialmente dificultoso, les había concedido libertad de elección y voluntad propia; protegía el orden y la justicia y castigaba a quienes ocultaban la verdad.

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Con Hera, su esposa y hermana, tuvo tres hijos: Ares, dios de la guerra, Hefesto, herrero y constructor de armas, y Hebe, la diosa de la eterna juventud. El tener una esposa bella y gentil no le impidió a Zeus tener deslices extramatrimoniales. De hecho, tuvo otros hijos ilegítimos, tanto con otras deidades como con mortales. Para conseguirlo, que no siempre fue así (alguna se le resistió), tenía la capacidad de transformarse en lo que quisiera, desde cisne hasta toro, esposo de la «víctima» o incluso lluvia. Hera, que se sentía muy mortificada por todo esto, no dudaba en montarle una escena de celos donde retumbaba todo el monte Olimpo y en la tierra se producían tormentas. Zeus, por su parte, tenía la habilidad de apaciguarla y de que así las aguas volvieran a su cauce.
Otras de sus debilidades aparte de mujeriego incorregible eran la ira en ocasiones, el engaño y el sueño, además de la bonachonería y el ser reacio a la confrontación directa. Tanto Hera como los otros dioses conocían estos puntos flacos y se aprovechaban de ello, sobre todo Hera. Estas debilidades no eran óbice para que Zeus estuviera considerado como el dios superior y fuera respetado y estimado por los demás dioses y los humanos también.

Por Marisa Sastre

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